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Fragmentario, cuasi famoso

  • Foto del escritor: RevistaPandora
    RevistaPandora
  • 30 oct 2018
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 20 nov 2018


En la web, Martín Quintana es más conocido como Fragmentario. Periodista y docente, Martín escribe sobre lo que lo rodea, atraviesa la realidad con su mirada sensible y problematizadora y disfruta de la ficción, todo esto sin perder su fama tuitera.


Y su cuento...

NO QUEDA NADIE SANO EN EL PUEBLO


Hará dos meses que vimos los últimos trenes. Qué rostros singulares los de esas gentes, aterradas de esperanza, rumbo al vacío. Recuerdo el polvo levantándose como si lloviera al revés, recuerdo el susto de los caballos. Y sobre todo las muecas de odio de los hombres que nos gritaban, desde las ventanillas locos, ustedes están locos o, los menos elegantes, campesinos de mierda.


No hay más de veinte apellidos en mi pueblo. Nuestros antepasados, nuestros padres, nosotros, llevamos cultivando esta tierra por más de trescientos años. El gobierno no nos entendió cuando comenzó la epidemia. Todo a nuestro alrededor fue evacuado. Nosotros elegimos quedarnos.


Cada día enterramos cuatro o cinco personas. Un día fue una familia entera. En otra ocasión, unos mellizos de seis años. A mí me dan impresión los niños: los entierra el negro Tomba. Es duro el negro, pero pronto no estará. Ya tiene en los ojos las marcas de la enfermedad.


Mi padre fue uno de los primeros muertos. Tuvo un funeral. Ya no los hacemos. Apenas recordamos cómo rezar. A las seis de la mañana se levantan todos los que pueden a hacer las tareas cotidianas. A veces alguno se muere ordeñando una vaca. No pocos han caído exangües, para ya no levantarse, sobre la herrumbre del arado. El calor no ayuda, ni a los moribundos ni a los que todavía podemos caminar.


Hace una semana me descubrí los síntomas. No queda nadie sano en el pueblo. No queda nadie excepto yo mismo, de hecho. Me ocupé de evitarles la agonía de mis últimos dos compañeros. Pedí perdón a Dios y los enterré, quedándome en esta soledad absurda. Hay una cantidad excepcional de trigo en el granero. Lo aprovecharán las ratas.


He terminado de cavar mi tumba. La debilidad me invade y el sangrado se acelera. Me cubriré de tierra hasta el cuello para esperar el último estertor mirando el sol. El monzón se ocupará del resto. Nada quedará de mi pueblo más que la tierra. Nosotros somos la tierra.


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