Lo difícil de ser artista
- RevistaPandora
- 14 nov 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 21 nov 2018

En el arte independiente la autogestión se constituye como moneda corriente: los artistas constantemente aplican a becas, completan formularios, arman portfolios de sus obras, recurren a otros actores en búsqueda de potenciar el sentido o la mirada sobre un concepto en particular. La posibilidad de autogestionar la propia producción no es simplemente una opción sino también una necesidad. Asistimos en nuestros días a una revalorización, social, política, jurídica y económica de la cultura, donde los autores adquieren rol protagónico.
La gestión cultural como conjunto de acciones que potencian, viabilizan, despiertan, germinan y complejizan los procesos culturales, encuentra su razón de ser y sus raíces en la persona humana, en aquello que emerge de ellos de manera integradora y creativa. Gestar es dar origen, generar, producir hechos; lo que, de por sí, implica movimiento, crecimiento, transformación creadora, siempre ligada a la acción.
Cuando se habla de autogestión, lo que subyace inmediatamente es la democratización: frente al difícil acceso a los circuitos tradicionales del arte, esta veta movilizadora del artista -pensado como un productor de bienes simbólicos que para subsistir de su propia producción, necesita insertarla en un circuito de distribución y consumo específico -se constituye en la alternativa para lograr visibilizar sus creaciones y dotarlas de valor.
Sobre esto, Matías Zozaya -músico, docente y gestor de su propio actividad-cuenta cómo es su trabajo de enseñanza en Sonorizate sobre recursos de sonido, grabación, mezcla y edición de audio para músicos. A través de cursos y talleres que él mismo planifica, organiza y dicta, viene consumando su principal objetivo: ayudar a muchos artistas a lograr sus objetivos al menor costo económico posible. Básicamente, se gestiona a sí mismo y brinda a quienes recurren a sus servicios herramientas técnicas para autogestionarse.

También explica que actualmente y gracias a los medios tecnológicos, el panorama de la producción musical ha cambiado lo suficiente como para que los artistas puedan introducirse al mundo de la autogestión. Antes la música se producía solo en estudios de grabación profesionales y los costos de producción eran enormes. Por eso el rol principal de empresas discográficas era el de buscar talentos, invertir mucha plata en producirlos -bajo códigos estéticos y de contenido muy cerrados, dictaminados por la moda del momento-y quedarse con altos porcentajes de las ganancias. Matías afirma que “hoy cada uno puede grabar en su casa con las herramientas y los conocimientos adecuados. Para la vida del músico, la autogestión es vital”.
Propiciadora de la heterogeneidad cultural, la autogestión estimula la acción individual y colectiva a través de la organización y reunión de las más diversas actividades: música, festivales, fotografía, danza, poesía, teatro, performance, pintura, escultura. Las posibilidades que abarca la autogestión son infinitas.
Dentro de éstas múltiples posibilidades, la fotografía es una de ellas. Germán Andrés Ramírez es artista, teatrero, estudiante de Licenciatura en Artes Combinadas y hace un poco más de un mes realizó su primer muestra en el Centro Cultural Universitario. Considera que “la etapa de la producción del proyecto artístico se convierte en fundamental para cada proceso de obra. Uno como artista debe estar en continua producción de obra, en constante movimiento y alcances de su propio material, es decir encargado de la gestión de sus propios proyectos en pos de poder expandir su producción y llegar a nuevos públicos”.

La cultura entendida como una forma de comunicación y libre expresión, debe ser capaz de encontrar herramientas que favorezcan su desarrollo como natural naciente de sus propios actores, intuitivos y proactivos desde sus intereses personales y grupales más íntimos y genuinos. En ese sentido, el gestor cultural, es un facilitador en cuanto a diseño, planificación y administración de proyectos culturales. El artista contemporáneo, imbricado por la necesidad de organizar su propia producción, se transforma en gestor de sí mismo, caracterizado por su rol interdisciplinario en su recorrido por las tareas del arte, el circuito comercial, la venta, la promoción, la publicidad.
Si bien existen gestores profesionales, su participación no es ineludible para la creación o visibilización de un proyecto. Es por eso que, más allá de la importancia que pueda tener la formación de gestores culturales, tan en boga en estos tiempos, la actitud más democratizadora de la cultura es la de propiciar saberes de gestión para todos aquellos trabajadores de la cultura que tienen por fin la creación de un producto propio.
Griselda Cazorla, periodista y gestora cultural: escribe, comunica, gestiona, administra y promueve proyectos culturales de la ciudad y la región. Ella no decidió hacer de esta su profesión, sino que devino en ello a partir de un largo recorrido en el ámbito de la cultura. Por el 2007 comenzó a escribir sobre aquellas actividades culturales emergentes que los medios tradicionales no percibían ni cubrían. Considera que, por ese entonces, “solo se publicaban noticias sobre cultura como concepto de museo: algo estanco, estático, consagrado, intocable”.
Gestiona Diorama desde sus inicios como revista impresa en el 2007, aunque actualmente y por motivos económicos funciona como una marca asociada a la cultura, continuando la tarea informativa online. Cuenta que, tras dos años de capitalizar contactos regionales de la cultura emergente de la región, empezó a recibir demandas de tareas de esa misma gente que alguna vez había salido en la revista. Cree que así devino en gestora, sin mucha reflexión de por medio. Su último gran evento fue el Festival La Conversa y cuenta que llevó meses de planificación y, sobre todo, una gran mancomunación de voluntades.
Rompiendo con la antítesis moderna entre arte y trabajo, quien se autogestiona considera a su trabajo creativo -de valor espiritual - también en sus dimensiones concretas y materiales, donde ponen en juego un conjunto de acciones, conocimientos y habilidades. Teniendo en cuenta la importancia creciente que ha tenido la cultura en términos económicos dada la vinculación entre el financiamiento público y la actividad privada, el campo cultural ha generado un amplio mercado e incluso con muchas posibilidades laborales que aún no son percibidas con claridad por la sociedad.
En cuanto a la existencia o no de un perfil particular para los autogestores, Griselda cree que éste se configura por una fuerte inquietud sobre temas centrales, como valorar la creación en general, darle importancia al ámbito de las ideas, de lo que le emociona. “Tener inventiva, creatividad, tomar la iniciativa, pensar alternativas, buscar el diálogo, entender a cualquier manifestación cultural como elemento constitutivo a nivel personal, creo que son algunas de las características del perfil de un gestor”, enumera. En tanto Matías no cree que haya un “perfil” pero sí hay que tener muchas ganas de aprender y de trabajar, sin esas predisposiciones “lo más probable es que logres autogestionarte, pero de mala manera”.

Finalmente, sobre el panorama local, Griselda emite una conclusión mitad decepcionante y mitad esperanzadora: “teniendo en cuenta el lugar donde vivimos y las circunstancias que configuran nuestra realidad pienso que la cultura en la región sobrevive a fuerza de coraje y corazón, ya que el Estado como ente responsable de las políticas culturales reales, inclusivas, participativas, comunitarias y sociales opera de espaldas a todos estos valores e incluso a espaldas de una cultura como derecho”.
Sin las condiciones necesarias para que la producción o gestión cultural transcurra actualmente desde el Estado como garante de estas condiciones, cualquiera que emprenda en cultura, a menor o mayor escala, debe tener conciencia de que debe autogestionarse.
Mariana Escarlón
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