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Pretty boy, dirty boy

  • Foto del escritor: RevistaPandora
    RevistaPandora
  • 14 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 20 nov 2018

Crítica por Iván Benitez

“La piedra pesa y anuncia su pesantez.

Pero mientras esta pesa frente a nosotros,

se resiste a la vez a toda penetración en ella”.

Martin Heidegger



Un modelo de pasarela se mira al espejo y en ese momento no hay nadie más seguro de su estética. Enseguida la técnica lumínica lo ubicará en el centro de las miradas que lo desearán hasta el consumo. Su foto será megusteada por su belleza y por su ropa internacional. ¿La estética universal de este mundo en red obedece nada más que al mercado? No es una desmesura que un modelo de pasarela devenga en objeto, ni que en las ferias locales estén disponibles para el pueblo las imitaciones de marcas de élite.


Dalma y Gianina es una obra del artista chaqueño Bruno del Giudice de un metro por un metro veinte, con hidro esmalte y látex sobre lona impresa y sostenido por una estructura de hierro soldado. Figuras incompletas y soporte al descubierto, quizá la herencia de Henri Toulouse Lautrec. Fue expuesta en abril del año pasado con otras obras de la serie Marcas truchas, en la muestra El día perfecto de la Tierra será el último de todos, curada por Lucas Mercado en el Museo de Artes Visuales de Santa Fe, en el que el colectivo de artistas que participó intentó mostrar el cosmos litoraleño.


La figura y el fondo de Dalma y Gianina se resuelven de manera fácil: el busto de un muchacho que cruza los brazos y simula armas de fuego sobre la lona blanca con dos espacios de colores degradados. Sobre el centro del rostro y en vinilo dorado se abre la marca D&G, arriba de tipografía árabe (sopa de pollo).


Del Giudice eligió hablarnos de esos lugares de ventas que proliferan como kalanchoe: las ferias de imitación. Más allá de las condiciones precarias de producción de las marcas multinacionales y el negocio ilícito que hacen posible que la moda se expanda en el globo, harto denunciadas por Noami Klein en su libro No logo, la periodista canadiense anuncia su deseo, cuál será el faro de los rebeldes y perturbadores. En la aldea donde estamos mutuamente conectados por una red de marcas hay espacio para jóvenes politizados que rechazan a las grandes empresas. La nueva tarea contestataria consistiría en denotar las suciedades del mercado universal y su lenguaje de logos.


El cuerpo del modelo de pasarela no es otra cosa que un objeto de consumo; para Jean Baudrillard, una razón de vida suspendida en un sistema de signos. “‘Moderar’, el consumo o pretender establecer una red de necesidades capaz de normalizarlo es propio de un moralismo ingenuo o absurdo”, fustigó el crítico francés hace medio siglo en su tesis doctoral. ¿Entonces es baladí la ironía de Dalma y Gianina? ¿Puede esta obra llevarnos hasta lo impensado? Si en este cuadro de colores cálidos hubiera resistencia al poder consumista, ha sido trivializada por quienes reclaman el derecho al consumo.



Más que simular pistolas, deseoso de la desmesura, en su Abjuración de la trilogía de la vida Pier Paolo Pasolini reclamó dar cuenta de la instrumentalización del poder integrador, renegó del tout va bien tan instalado entre los italianos acríticos. Quizá escribió cansado de usar efebos desnudos para sus películas, parecidos a los modelos de pasarela que hoy demuestran los objetos Dolce & Gabbana.


Sin embargo nunca sabrás sobre la negatividad que encierra el modelo de pasarela, nunca entenderás por completo los impulsos de sus piernas al caminar bajo las luces. Entre la marca de moda italiana y la figura del muchacho hay un contraste de desigualdad. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han prefiere recordarnos que aquello que se consigue con dinero también logra igualarnos hasta nivelar diferencias esenciales, que los umbrales que limitan el conocimiento hoy son desdeñados porque ya no necesitamos la negatividad ni la oscuridad. La fantasía estética así queda resumida a los signos que los diseñadores mundiales programan en sus objetos: una parcela del poder positivo le pertenece a quienes llevan sigilosamente la última tendencia.


Sabiéndose visto, este modelo de pasarela será todo lo cool posible, cruzará los brazos y simulará pistolas con sus manos. Un cuadro mantiene hace siglos la capacidad de sostener las miradas. Por imprecisión e incertidumbre, el arte hoy conserva su fuerza interna creadora, la que permite que Bruno del Giudice junte basura para engendrar algo más de lo idéntico. Sin embargo Dalma y Gianina, Maluma, Dolce & Gabbana, Paulo Dybala, el mismo Bruno, los árabes y los del barrio Pujol, vemos todos desvanecer a las fronteras para alcanzar al fin la igualadas, esa que tanto deseamos y que el mercado nos lo asegura. De ninguno de ellos nos queda descubrir nada, sus luces nos han encandilado. Una claridad tan dudosa como la belleza.


Bruno del Guidice

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